domingo, febrero 17, 2008

El tiburón




En el mundo ideal de don José Blanco los tiburones habitan en madrigueras (sic), los doberman en la calle Génova y los lobos de la extrema derecha en la mitad de los hogares de España. Mal, muy mal ha sentado en las filas de la izquierda el fichaje de Manuel Pizarro, el Empecinado, artífice del fracaso de la vertiente económica del vergonzoso Pacto del Tinell para mayor gloria de los accionistas de Endesa que no se dejaron atraer por chirriantes cantos de sirena que pretendían la compra de duros a peseta. No perdonará fácilmente la izquierda a don Manuel la afrenta consistente en resistir, Constitución en mano, los embates de quienes quisieron completar el "cordón sanitario" con un saqueo contrario a la normativa comunitaria y proscrito por las autoridades de la competencia: "volvemos a Europa", fue el lema utilizado en la campaña de las elecciones europeas por aquellos que han demostrado formidable habilidad en colocar su programa electoral o infumables pactos ad hoc en la cúspide del principio de jerarquía normativa, o en neutralizar la labor controladora de ´incómodos`organismos reguladores, que han pasado a ser convenientemente regulados.

No termina de asumir algún sector de la izquierda que Pizarro creara riqueza con su numantina defensa del interés de los accionistas, de miles de accionistas. Para esa misma izquierda, es sospechosa cualquier fórmula de enriquecimiento colectivo, pues es proclive a entender que ese enriquecimiento sólo es legítimo si es individual, en esa concepción cuasi onanista que le ha procurado el método de crear riqueza que más ha utilizado por su rapidez y arbitrariedad: la recalificación urbanística. Han terminado recalificando las sedes del partido, con el mismo desparpajo con el que utilizan las ruedas de prensa posteriores a los Consejos de Ministros o a las cumbres internacionales para hacer soflamas políticas partidistas en esa continua confusión entre Estado, Gobierno y partido que tanto cultiva la izquierda.

Le auguro a Pizarro una larga vida política si el elegido por el adversario para darle la réplica es don José Blanco, a quien se le está poniendo cara de tuno viejo, de esos que decían que estaban en quinto, pero de primero de carrera. Desde su blog, Blanco acusa a Pizarro de ser un tiburón del capitalismo salido de una madriguera; a Bush, de ser culpable de la crisis que afecta a todo el mundo, menos a España por la providencial mano de Zapatero; al PP, de oler a rancio, a ultraderecha, a Varon Dandy (sic) y a la jerarquía eclesiástica de mentir y hacer política en beneficio del sector más ultra del Partido Popular. El cuaderno de don José no tiene desperdicio y es de obligada referencia si se pretenden analizar los motivos que soportan una vida política zafia y crispada como nunca.

Alianza de raros

En una reciente visita a la sede de Naciones Unidas en Nueya York, el líder iraní Ahmadineyad aceptó la invitación de la Universidad de Columbia para pronunciar una conferencia. Después de ser presentado al auditorio por el rector de la Universidad –que no dudó en calificarlo de abyecto, tirano y déspota, ante la estupefacción del invitado- fue Ahmadineyad quien dejó boquiabierto a los asistentes cuando, preguntado por la persecución en su país a los homosexuales, afirmó que en Irán no los había, cuestión que en el fondo no deja de ser una suerte porque lo que allí se considera ´desviación` es castigado en el Código Penal con la pena de muerte (muerte por ahorcamiento, por ser más preciso, y colgados de una grúa).

No es Ahmadineyad quien anda ahora por Madrid en el I Foro de la Alianza de Civilizaciones, pero sí Jathamí, verdadero precursor de ese engendro que algunos intentan ahora dificilmente pasar de verbo a carne. Desgraciadamente, la intervención del Presidente Zapatero en la jornada de apertura del Foro no arrojó mucha luz en relación con los contornos de este etéreo invento de la Alianza de Civilizaciones, invento que empieza ya mal por el nombre. Tampoco creo que fuera Zapatero la persona más indicada para materializar una figura de la que se siente precursor por derivar de lo que algunos han denominado ´el pensamiento Alicia`, el ´buenismo` o, simplemente, el peligroso ejercicio mental de huida de la realidad con el objetivo de adentrarse en un mundo idílico, de fantasía, para el que –y eso es lo malo- se pone a disposición toda una ociosa política exterior (no en vano se dice ahora que los principios que inspiran esa hueca Alianza deben convertirse en sustento de una política de Estado). No es casualidad que los países serios, con política exterior definida -Francia, Alemania, Reino Unido; muy llamativa la ausencia de muchos Estados de la UE- se hayan abstenido de participar en una jornada que consideran festiva, donde el protagonismo parece reservado a los personajes de la farándula mundial.

Afirmó Zapatero en su discurso de apertura que la Alianza aspira a tender puentes para <>. Más que detenerse en la mera gestión lo que debería hacerse es acabar con las diferencias, sobre todo si éstas consisten en actitudes tendentes a criminalizar determinadas conductas o prácticas sexuales, discriminar sistemáticamente a la mujer en absolutamente todos los ámbitos que puedan imaginarse o prohibir la libertad religiosa, todo ello, envuelto en el mayor desprecio a las libertades y derechos del hombre. Pero no; el problema parece que no está allí donde se lapida o se realizan prácticas ablativas sino que está aquí, donde reina un régimen de tolerancia suficiente como para organizar un Foro tan raro como éste.

El aquelarre



Como quien nace lechón muere cochino, la legislatura va a acabar de la misma forma como comenzó. Sirva como botón de muestra la celebración de dos actos, dos concentraciones públicas de muy distinto signo, como distinta ha sido también la reacción del gobierno y partido que lo sustenta a la hora de valorar una y otra. De un lado, tras la firma de una denominada Declaración de San Mamés por representantes de los gobiernos vasco, catalán y gallego en el que se reclama la participación de las respectivas selecciones en competiciones internacionales, se celebró en el mismo estadio un partido entre las selecciones de Cataluña y Euskal Herria (sic), durante el cual se quemaron banderas de España, se apoyó abiertamente a organizaciones terroristas, se amenazó a jugadores por jugar en la selección nacional de España y se realizaron continuas proclamas independentistas, directamente apoyadas por los firmantes de la Declaración, socios que son del gobierno.
Con diferencia de horas, en el centro de Madrid se celebró una concentración multitudinaria convocada por los obispos españoles bajo el lema “Por la familia cristiana” y durante la cual, cientos de miles de personas, en el ejercicio de derechos constitucionales, se limitaron a manifestar su discrepancia respecto de la ley del aborto, del divorcio exprés, del matrimonio homosexual y de la educación que se recibe en las escuelas públicas y centros concertados.
Para el gobierno y partido que lo sustenta el problema no está en la convocatoria y manifestación de Bilbao, manifiestamente inconstitucional en su objetivo sino en la convocatoria de las familias cristianas. El gobierno ha cubierto con un manto de silencio el aquelarre bilbaíno, la manifestación de independentismo más virulenta y de mayor apoyo institucional que se recuerda; ni una sola palabra de condena de actitudes y actuaciones que están claramente fuera del marco constitucional. Sin embargo, a los obispos y las familias reunidas en Madrid se les ha dedicado una fuente de descalificaciones, con exigencia de rectificación al cardenal Rouco por decir algo que es de Perogrullo: que la Declaración Universal de Derechos Humanos, al reconocer el derecho al matrimonio, no contemplaba el matrimonio homosexual, por lo que equiparar éste a la institución que más respeta la paridad, supone una degradación de la familia.
Se podrán compartir o no los valores proclamados en Madrid por la jerarquía eclesiástica. Pero tachar a los convocantes de reverdecer el nacionalcatolicismo o a las familias allí congregadas de compartir valores de la extrema derecha sólo representa una prueba más de esa mentira del ´talante` con el que empezó una legislatura que acaba envuelta en un anticlericalismo fomentado por hijos de falangistas. ¡Ah!, y la oposición, de vacaciones.

Esperando a Audley



Enrique VIII, harto del poder del papado y de lo que consideraba intolerables injerencias en la política inglesa, rompió con el principio de obediencia a Roma, impuso a la Iglesia el poder real y creó su propia comunión, ecclesia anglicana, católica, aunque no romana, y evangélica, aunque no protestante. A su frente puso como vicario general a Thomas Cromwell, duque de Essex, creador de la moderna burocracia administrativa, y a la muerte de éste –decapitado por orden real, claro- al abyecto y oportunista Thomas Audley, lord canciller del rey y cabeza visible de la iglesia anglicana. Audley, personaje sin principios, mandó decapitar a Tomás Moro y al obispo Fisher por no abjurar del principio de la supremacía papal en Inglaterra.
Hay gobernantes que tienen la inmensa suerte de poder cambiar aquello que no les place, por supuesto siempre a costa del sufrido ciudadano. Si el ejército no resulta de su agrado, se crea una unidad especial inspirada en los etéreos principios de la paz universal, bajo mando directo del jefe de gobierno, y formada por elementos –soldados del amor, a los que cantaba Marta Sánchez- a quienes lo mismo se les viste de guardias forestales que de bomberos o enfermeros, como los chavales de mi generación hacíamos con los madelman. En el ámbito judicial se anuncia desde hace tiempo la creación de ´jueces de proximidad`, alumnos con la carrera recién terminada –no contaminados con las nefastas oposiciones- quienes, tras pasar el correspondiente curso de especialización (o adoctrinamiento), tomarán posesión de sus cargos. Si se trata de las víctimas del terrorismo se constituyen las asociaciones que hagan falta, siempre y cuando se presten a restar poder a la mayoritaria, incómoda por la posición que mantiene. Y como éstos hay otros ejemplos de cómo fomentar el antagonismo, gobernar para una parte o, lo que es peor, gobernar contra quienes se consideran díscolos o sencillamente disidentes, creando un problema allí donde no lo había.
Pero la baraka presidencial en las posibilidades de cambio quiebra con estrépito cuando se topa con la Iglesia. "Con la Iglesia hemos dado, Sancho" debería recordar hoy alguno de los que creen poder imponer en la creación de cardenales una especie de primarias donde mangonear, o establecer un grupo opositor a la cúpula eclesiástica. Caen en un grave error quienes se empecinan en esa táctica consistente en fomentar una oposición interna donde no puede haberla, entre otros motivos, porque, aunque no lo crean, hay quienes tienen más arraigadas sus creencias y el principio de obediencia que los propios socialistas. Ratzinger y Rouco compartieron universidad (la Ludwig Maximilian, de Munich), maestros (Schmaus y Söhlingen) y hasta parroquia en la localidad de Moosach. Hablan el mismo idioma.