jueves, abril 27, 2006

El Estado funámbulo

Los proyectos de estatutos tratan con sospechosa identidad de contenido las relaciones de la comunidad autónoma con la Unión Europea. Sabido es que la competencia exclusiva en política exterior corresponde al Estado por así disponerlo la Constitución, pero ello no es óbice para que los proyectos estatutarios establezcan preceptos que minan la competencia estatal, permitiendo una activa presencia de las autonomías en el proceso de formación de la voluntad del Reino de España en los asuntos europeos cuando la materia en cuestión afecte a sus competencias exclusivas; es decir, casi siempre, porque el celoso legislador autonómico reserva esa condición de exclusividad a todas las materias imaginables.

Los problemas que se derivan de esta acción exterior regional encubierta se plantean, sobre todo, en una doble vertiente. En primer lugar, en la formación de la posición negociadora o de la voluntad del Estado, que quedará condicionada al no siempre fácil acuerdo previo entre las comunidades autónomas con intereses en la materia. En segundo lugar, a la no menos problemática cesión de competencias al órgano supranacional, que cuando afecte a competencias exclusivas de la autonomía requerirá su conformidad (¿quid iuris si el ente autonómico se niega a la cesión de sus competencias?). Los proyectos de estatutos no escatiman cuando requieren que la posición de la respectiva Comunidad Autónoma sea ´determinante` cuando la materia afecte a sus competencias exclusivas. Así lo establecen los proyectos catalán, andaluz y valenciano, exigiendo todos ellos para sí un poder determinante en la fijación de la posición negociadora del Estado. El problema se producirá cuando confluyan en una decisión los poderes determinantes, pero contradictorios, de más de una Comunidad. ¿A quién deberá seguir entonces el Estado? ¿Quién fijará entonces la posición estatal?
Sé de sobra que alguno responderá a las preguntas anteriores con el recurso a los términos en boga: diálogo, entendimiento, alianza, pacto... como recetas para alcanzar la posición negociadora común, pero no se me podrá negar que estas posiciones comunes fruto del difícil consenso debilitan la capacidad de negociación posterior del Estado en la mesa comunitaria. Así lo ha entendido el legislador alemán cuando en el proceso de reforma constitucional recorta drásticamente los poderes de los Länder en el proceso de formación de la voluntad del Estado ante la UE, primando con ese recorte el interés general del Bund sobre los particulares intereses de los Länder. La experiencia alemana en esta materia debería pesar en el proceso de reformas estatutarias iniciado en España, sobre todo, si en las relaciones de las comunidades y el Estado predominara –como en el sistema federal alemán- el principio de lealtad.

miércoles, abril 19, 2006

El mediador


Los procesos de paz suelen despedir un tufillo que atrae a políticos amortizados, pacifistas altamente peligrosos y zascandiles de reconocido prestigio mundial, algunos de ellos galardonados con el Nobel de la Paz, premio que desde que fue concedido ex aequo a Menahem Beguin y Yasser Arafat dejó de tener el crédito que todavía algunos le otorgan. En el denominado ´proceso de paz` del País Vasco (rectius, claudicación a dita del Estado del Derecho) nos ha tocado en suerte el Padre redentorista Alec Reid, curtido en las negociaciones que llevaron al Acuerdo de Stormont.

En una conferencia celebrada el 12 de octubre de 2005 en Belfast, el Padre Reid comparó a los unionistas con los nazis, uniendo así el destino de los católicos del Ulster con el Holocausto judío: "La realidad es que los unionistas han tratado a la comunidad nacionalista de Irlanda del Norte como a un animal. No se les ha tratado como a personas, sino como los nazis trataron a los judíos". La comparación es muy desafortunada (entenderán así mejor que se le concediera a Reid el Premio Sabino Arana), y no solo por el hecho de que durante la II Guerra Mundial el IRA colaboró activamente con los nazis, sino principalmente porque con estas afirmaciones –que provocaron la inmediata repulsa de las asociaciones de víctimas unionistas- se descalifica quien pretende presentarse ahora también en España como mediador en el conflicto vasco. El problema crece cuando es el propio Gobierno quien le confiere a Reid la condición de mediador, internacionalizando el conflicto al gusto abertzale.

La labor de mediación exige imparcialidad. Si no se es imparcial, si se evita el imprescindible equilibrio entre las posiciones en conflicto, se corre el peligro de abandonar la labor de mediador para abrazar la de simple mandatario o agente. Al mediador designado por las partes se le impone la obligación de imparcialidad que distingue esta figura jurídica de otras que sólo contemplan la defensa de los intereses del mandante. Y el Padre Reid podrá ser muchas cosas, pero nunca imparcial, y en su descarada parcialidad coincide con el reverendo Ian Paisley. No lo fue en el conflicto norirlandés –abrazó ciegamente la posición del IRA- y no lo será tampoco ahora.

Cambia el hilo argumental de la obra y cambian los personajes pero, antes de abandonar la sala, conviene recordar ese pasaje del Pacto Antiterrorista en el que PP y PSOE hicieron explícita, "ante el pueblo español, su firme resolución de derrotar la estrategia terrorista con los medios del Estado de Derecho". Hoy ya no se habla de derrota, sino de hombres de paz, y yo recuerdo otra vez al abuelo Alois cuando decía aquello de que "Dios es muy bueno, pero su personal de tierra deja mucho que desear". Seguro que conoció a Reid.

domingo, abril 16, 2006

La banderita


Oído en el acto de izado de la bandera republicana el 14 de abril de 2006 en un bello pueblo de la costa gaditana:"¡Anda que si viera el padre del Alcalde al niño con la banderita le partía la cara!".

Esto de la media memoria histórica se está convirtiendo en una galería de memeces protagonizadas por hijos de falangistas, militares golpistas y prebostes de la sección femenina. ¡Menuda progresía! Pues a ver hasta dónde llega la riada y las veleidades de un pueblo de nuevos ricos.

miércoles, abril 12, 2006

El interés nacional


Los políticos italianos son maestros en el equilibrio imposible, capaces de gobernar con frágiles minorías y también de soportar prolongados desgobiernos, pero en Italia imaginarse una grosse Koalition es, sencillamente, perder el tiempo. Pero el análisis de la apasionante situación política que atraviesa Italia debe ceder ante la noticia política relativa a la dimisión de don José Bono como ministro de Defensa.

Un político popular me comentó hace exactamente dos años que la presencia de Bono en el Gobierno era un acierto de Rodríguez Zapatero, pero que dejarle al frente de los servicios secretos constituía un inmenso error que se saldaría con la dimisión o el cese del ministro antes de que la legislatura cumpliera su paso del ecuador. Algunos han visto en Bono el contrapeso a una política rupturista de su propio Gobierno, hasta que no ha podido más por perder el fiel de la balanza su verticalidad, después de sufrir en sus propias carnes aquel aserto winstoniano que localizaba a los enemigos políticos en las filas de su propio partido y dejaba la condición de adversarios a sus oponentes. Tachado, entre otras lindezas, de ´casposo` o de falangista por los socios del Gobierno que lo acogió en su seno, el hasta ayer ministro ha defendido una idea de España que, pese a las trampas semánticas y eufemismos al uso, sigue siendo la de la mayoría de los españoles. A Bono, como a muchos, le resultará imposible coexistir en tareas de gobierno con aquellos que llaman ´proceso de paz` o ´realidad nacional` a figuras que sólo vienen a poner de manifiesto la claudicación del Estado de Derecho frente a sus enemigos.

En España algunos se han empeñado en reducir el concepto de interés nacional a hacer todo lo posible para no pagarle la luz a los alemanes de E.ON. Tan desprestigiada está la idea de España por quienes han procurado la caída de Bono que su discurso de despedida evocó en alguna ocasión al asediado general Silvestre antes de caer en Annual, rodeado de jarcas cabileñas, las mismas que luchaban contra soldados catalanes con barretina en la escena bélica que recoge el cuadro que decora su despacho en el Ministerio.

No les falta razón a aquellos que le critican una actuación siempre aderezada con gestos y maneras populistas, muy del gusto de un personaje histriónico que no dudó en convertir su toma de posesión en un acto social con parada militar, en organizarle a su antecesor en el cargo un aquelarre o en ordenar una no menos sonrojante huida militar con medalla frustrada. En su despedida se citó a MacArthur, pero don José Bono, aunque le ofrezcan el destino diplomático que se le da ahora a los elementos incómodos renovando prácticas franquistas, nunca volverá, sencillamente, porque no se terminará de ir.

lunes, abril 10, 2006

A buenas horas



Creo que fue Napoleón quien proponía el nombramiento de una comisión para que los problemas duraran eternamente. En España parece que no se cumple la predicción napoleónica –la Comisión Constitucional del Congreso no ha dormido al Estatut, más bien al contrario- y por eso hemos optado por resolver los problemas creando Fiscalías especializadas. Además de las ya existentes, aparece ahora, al socaire del escándalo marbellí y a modo de traca, la nueva Fiscalía especial para delitos urbanísticos con la que los políticos pretenden salir al paso de prácticas –a buenas horas, mangas verdes- que, pese a su evidente ilegalidad, han contado con la tolerancia de muchos. Disgusta verles ahora con cara compungida anunciando drásticas y extemporáneas medidas que sólo ponen de manifiesto una continuada tolerancia respecto de actuaciones urbanísticas convertidas en costumbre contra legem a fuer de ser repetidas en un ambiente de impunidad.

Tal es la situación de catarsis escenificada por el poder político en el escándalo de Marbella que a muchos se les ha olvidado la existencia en el Estado de Derecho de la presunción de inocencia, al parecer reservada ya sólo para los miembros de organizaciones terroristas. Con esa brutal fuerza ha descargado su ira un Estado de Derecho cuyos custodios llevan décadas brindando al sol para ver ahora a Marbella convertida en un centro internacional de maleantes.

Ahora, precisamente ahora, se nos anuncian drásticas medidas que acompañan a los autos de prisión incondicional. Me pregunto por qué no se han ejercido antes las competencias exclusivas que el vigente Estatuto de Autonomía otorga a la Junta en materia de urbanismo y planificación del territorio, y lo hago con la convicción de que la inacción política ha dado paso a una sensación de impunidad ahora tardíamente rota. ¿Para qué tanta competencia exclusiva si después no se ejercen los poderes delegados? Alguna voz autorizada ha atribuido una culpa in vigilando a la administración autonómica por haber tolerado con su dejación de competencias una situación caótica, que ahora deriva en escándalo también por actitudes prepotentes y arbitrarias de quienes, en vez de poner orden, han preferido contemporizar. Esa atribución de culpa debería conllevar una responsabilidad subsidiaria de contenido económico por los graves daños y perjuicios que ha ocasionado a muchos la inacción de quienes no han querido atajar a tiempo tantos desmanes.

El problema reside en que los gobernantes negligentes lavan sus culpas en la pileta de la responsabilidad política, invento político de quienes sólo pretenden exonerarse de responsabilidad. Cada euro que amasa el corrupto es una coz al Estado de Derecho. Sus guardianes nunca debieron eludir su responsabilidad.

sábado, abril 01, 2006

El mimetismo de los vertebrados



Andan revueltas las tertulias con el vestuario de la vicepresidenta del Gobierno, como si no hubiera asuntos más importantes en el candelero. Me parece estupendo que doña María Teresa luzca su elegancia y que logre en sus desplazamientos oficiales la rara habilidad de mimetizarse con el entorno. Donde fueres, haz lo que vieres; y De la Vega recoge el refrán al pie de la letra para pasar desapercibida en Maputo (aunque modelo, canasto y brazo en alto más recordaban a la fiesta de la recogida del trigo en Timisoara, con saludo al Conducator incluido) y ahora en Roma, donde el mismísimo Sodano alabó la púrpura de doña María Teresa que, al fin y al cabo, no es más que símbolo de dignidad (y también, de la sangre de los mártires, Ratzinger dixit).
Tanto mimetismo se produce en la ciudad eterna que don Francisco Vázquez ha criticado con vehemencia el matrimonio homosexual y la inoportunidad del Gobierno con la aprobación de una ley que ha levantado ampollas en la curia pontificia. De seguir con estas declaraciones, veo más a don Francisco de nuncio en Madrid que de embajador en Roma; ventajas que tiene el ser gallego y tener cerca la escalinata de la Piazza di Spagna.
Comprobada otra vez la indisimulada admiración de nuestra progresía por el ceremonial montiniano de imposición del capelo cardenalicio a los nuevos purpurados, me viene a la memoria la maledicencia del otrora crítico Hans Küng cuando afirmaba que, tras la caída de los regímenes del Este, el Vaticano era el último Estado totalitario en Europa. Será por eso la devoción ´progre` o quizá por los votos de obediencia que se esgrimen desde las más altas esferas curiales para pastorear a mis queridos jesuitas y que ya los quisiera el Gobierno para con la oposición que le queda, pero lo cierto es que, al tiempo que los contertulios opinan sobre el guardarropa de doña María Teresa, se vislumbran en el horizonte político negros nubarrones, a pesar de que se nos había predicho bonanza.
España es un púgil tocado al que se le cambia de adversario en cada round, en desigual pelea, porque el árbitro mira a otro lado, el entrenador tiene permanentemente la toalla en la mano y el empresario de la velada ha apostado por los contrarios. Para hacer frente a la astenia, me he armado de valor y he vuelto a las Memorias Políticas de Gerry Adams, libro que abandoné para evitar la náusea que produce el que la muerte de unos se califique de asesinato y la de otros, de ejecución. Equiparar la situación en Irlanda a la del País Vasco es un error garrafal, que nos deja en situación de desventaja. En esto no hay más dios que el Pacto Antiterrorista, y el Presidente debería ser su profeta. Pero ayer, tras la entrevista en Moncloa, no llegué precisamente esa conclusión.