sábado, enero 13, 2007

El leonés errante


Primero se dijo que nunca habría diálogo sin entrega previa de las armas. Después bastó que la banda declarara una tregua "permanente" -pero con plazo de caducidad- para iniciar una negociación de indudable contenido político con quienes se han encargado de demostrar en la Audiencia Nacional lo lejos que queda cualquier sentimiento de arrepentimiento. Ahora, el tan manido "proceso de paz" ha saltado por los aires con el aparcamiento de la T-4 de Barajas, a las pocas horas de que se proclamara a los cuatro vientos lo bien que nos iba a ir en el 2007.

Desde el Gobierno se lanzan mensajes acerca del futuro del "proceso" con una calculada ambigüedad. Mientras algún poliédrico personaje afirma tajantemente desde su Ministerio que el proceso ha muerto, otros pregonan su mera suspensión al estilo irlandés o simplemente callan esperando la llamada de quien ha dado una vuelta de tuerca a la negociación en marcha. Si el Gobierno reanuda las conversaciones con la banda terrorista que le ha puesto dos muertos sobre la mesa demostrará su debilidad extrema y no podrá ya hablar de una negociación, sino de una imposición voluntariamente asumida, un proceso impuesto en el que queda a merced una Eta que modulará a su conveniencia el uso del terror.

Cuando equivocadamente se concede a un grupo terrorista la capacidad de interlocución el Estado de Derecho siempre lleva las de perder. El atentado de la T-4 no supone más que un calculado movimiento de la banda para sondear la profundidad de las tragaderas de este Gobierno y la mansedumbre de quienes, hasta hace poco, "querían saber". De la respuesta ambigua del Gobierno no puede más que concluirse que se prefiere continuar con la negociación antes que volver al fructífero consenso antiterrorista con el principal partido de la oposición representado por un Pacto por las Libertades que, curiosamente, tiene entre sus autores a quien ahora pretende su ineficacia.

Da la sensación que la soberbia de algunos –a esto le llamaban talante- sostiene este "mantenella y no enmendalla" que nos lleva a todos a una terra incognita que nada bueno augura. La búsqueda de apoyos en partidos antisistema, que por sus planteamientos separatistas parecen estar más cerca de las posiciones de la banda terrorista, no es lo más recomendable, a no ser que se pretenda insistir en la estrategia consistente en orillar a quienes representan a millones de españoles. Pero lo verdaderamente preocupante es la denuncia de Rajoy sobre la falta de ideas claras de lo que se pretende hacer en los próximos meses, y creo que el jefe de la oposición prescinde de planteamientos políticos oportunistas cuando formula el aviso. Este barco parece navegar sin rumbo, a la deriva, sin capitán ni timonel y con una tripulación inexperta.

miércoles, enero 03, 2007

El diagnóstico



Esperanza Oña ha denunciado recientemente con indudable valentía la costum-bre o resignación a formar parte de la oposición que embarga a algunos diputa-dos de su grupo en el Parlamento de Andalucía. Tiene Dª Esperanza en su dia-gnóstico toda la razón, pero habrá que ver qué remedio terapéutico le aplica a este paciente incómodo e indisciplinado, tan reacio a cambios bruscos y a perder las que considera son buenas costumbres. La enfermedad, desde luego, parace ser grave, sobre todo cuando se lleva incubando desde hace ya más de dos décadas.

La derecha, confiada exclusivamente en la destreza y el abultado cuentakilóme-tos de su líder, ha tenido en ocasiones a la indolencia entre sus notas característi-cas, frente a la estricta disciplina interna de la que hace gala la izquierda, más bulliciosa, menos acomplejada. En vez de avivar el seso y despertar, alguna dere-cha prefiere el "cualquier tiempo pasado fue mejor" y anda instalada en un continuo, pero acomodado, "carpe diem" que le hace tratar de disfrutar de un largo y placentero presente en la oposición, sólo roto cuando llega la época de confeccionar las listas electorales, momento en el que el durmiente diputado se transforma y pasa a un estado de inusitada actividad. Al-gunos diputados, parece denunciar la Dra. Oña, se han vuelto pastueños, ya sea por tener otras ocupaciones, sin duda más atractivas, o bien porque tienen la no-ble mansedumbre como característica genética, aunque también puede provenir la enfermedad del tedio propio que genera un parlamento regional desactivado por la mayoría absoluta empeñada en que no pase nada.

A mi me recuerda el gesto de Dª Esperanza al que tuvo el conde de Romanones cuando cuando fue interpelado en el Congreso por Melquíades Álvarez: "¿Sabe Ud. –le preguntó Álvarez- qué hubiera hecho Gladstone en su lugar?". Volvien-do la mirada a su grupo parlamentario, sotto voce, Romanones le contestó: "Ya me hubiera gustado a mi ver a Gladstone con esta gentecilla". Y como en el con-sejo de Churchill al joven y novel diputado conservador, imagino que mi admira-da portavoz habrá podido comprobar también que el adversario está enfrente y el enemigo en sus propias filas.

Decía don Pío Cabanillas Gayas, con su sentido del humor tan galaico, que él es-peraba a que ganaran los suyos para saber entonces quienes eran. Esos diputados a los que se refiere Dª Esperanza parece que ganan siempre aunque su partido pierda las elecciones. Imagino que la terapia aplicable a esta enfermedad pasará por someter al enfermo a un largo período de cuarentena, no vaya a ser que la manzana podrida contamine al resto. Como al realizar el diagnóstico, estoy con-vencido de que a la doctora no le va a temblar el pulso en la aplicación de los re-medios terapéuticos.

Tribalismo




Precisamente ahora que hemos cambiado nuestras tradicionales reclamaciones de soberanía sobre Gibraltar por un puñado de tarjetas de embarque, aparece la Instrucción Pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España en la que los Obispos españoles ofrecen un benévolo juicio moral acerca de los nacionalismos. Imagino que la Conferencia Episcopal habrá tenido que hacer sus complicados equilibrios al enfrentarse con esta espinosa materia y que esos equilibrios habrán sido tal vez menos complejos al criticar la fuerte oleada de laicismo que nos inunda y que va de la mano de actitudes intolerantes como la de la directora del Instituto de Mijas, pero realmente sorprende la advertida tolerancia de la Instrucción respecto de tendencias políticas incardinables dentro de lo que Ortega denominaba "particularismos", que suponen una grave amenaza para la estabilidad y unidad política de España.

Precisamente ahora que hemos cambiado nuestras tradicionales reclamaciones de soberanía sobre Gibraltar por un puñado de tarjetas de embarque, aparece la Instrucción Pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España en la que los Obispos españoles ofrecen un benévolo juicio moral acerca de los nacionalismos. Imagino que la Conferencia Episcopal habrá tenido que hacer sus complicados equilibrios al enfrentarse con esta espinosa materia y que esos equilibrios habrán sido tal vez menos complejos al criticar la fuerte oleada de laicismo que nos inunda y que va de la mano de actitudes intolerantes como la de la directora del Instituto de Mijas, pero realmente sorprende la advertida tolerancia de la Instrucción respecto de tendencias políticas incardinables dentro de lo que Ortega denominaba "particularismos", que suponen una grave amenaza para la estabilidad y unidad política de España.

La Instrucción reconoce la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, "sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos", pretenden "modificar" la unidad política de España, pero también advierte de las consecuencias perniciosas que pueden derivarse de dejarse llevar por impulsos egoístas o por reivindicaciones ideológicas, al tiempo que exalta "la convivencia pacífica y la mayor solidaridad entre los pueblos de España" en el marco de "la unidad histórica y cultural de España" (adviértase que se evita la alusión a la unidad política, sólo empleada al hacer referencia a su legítima modificación; y "modificar" supone siempre transformar una situación preestablecida).

Se me antoja indulgente la posición de la Iglesia española respecto de los nacionalismos después de advertir la contundencia del cardenal Ratzinger al calificar abiertamente las posiciones nacionalistas de "radicalización moderna del tribalismo, es decir, un primitivo lastre de la humanidad" o de "herejía europea", nada más y nada menos, al que sirve o debe servir como antídoto la idea de una Europa unida (Una mirada a Europa, Madrid 1993). La firmeza de Ratzinger no se refleja en la Instrucción Pastoral, sin duda por la necesidad de lograr un punto de entendimiento con posiciones que se apartan de lo escrito en su día por el –entonces- arzobispo de Munich.

Me pregunto, ahora que lanzan la idea de crear en el Vaticano un equipo de futbol para que participe en la alta competición –noticia que me hizo pensar en un adelanto del día de los Inocentes- , si los curas o seminaristas vascos firmantes de ese manifiesto crítico con todo lo que significa España estarían dispuestos a jugar en el equipo que dicen es auspiciado por el mismísimo cardenal Bertone, Secretario de Estado vaticano, o si, por el contrario, también aquí van a tener equipo propio. Cosas de la tribu.


lunes, enero 01, 2007

Las dos caras



Cerca de la ciudad de Leipzig hay un museo dedicado a la guerra fría y a los métodos de espionaje utilizados por el servicio secreto y la policía de seguridad del Estado –la temible STASI- de la antigua República Democrática de Alemania. El plan lectivo que me ha fijado la Universidad de Leipzig para impartir el curso sobre Derecho privado español no me deja tiempo libre para visitar el museo –tampoco soy un apasionado de las novelas de espionaje ni me interesa la materia- pero me cuentan quienes sí han tenido la oportunidad de visitarlo que entre los diferentes artilugios expuestos se encuentran alargadas antenas cuya finalidad era perturbar la normal recepción de las emisiones de radio y de televisión occidentales que tanta influencia tuvieron en la caída del muro de Berlín –quién sabe, a lo mejor es ése el origen de facto de los consejos audiovisuales-. Cuando se trataba de aplicar medidas de contraespionaje, las antenas solían camuflarse, según me dicen, en bosques o chimeneas. Yo no he ido a ver el museo, pero me da la sensación de que éste sí ha sido visitado recientemente por algunos paisanos, cutres herederos de las perversas técnicas del fallecido Markus Wolf, el jefe de los servicios de espionaje de la RDA que fue capaz de colarle al mismísimo Willi Brandt un espía – Günter Guillaume- en su propia casa.

No sé si el museo se completa con panfletos, vídeos o publicaciones dedicadas a emponzoñar la vida política de aquella época felizmente superada mediante la sistemática agresión al adversario; imagino que no, porque en aquella época todos los alcaldes eran del mismo partido, el único que había y del que hoy aquí en Leipzig nadie habla, sencillamente porque la memoria histórica –que en España se usa de forma selectiva; la media memoria de la que escribe Alfonso Lazo- consiste en no hacer memoria para evitar así el enfrentamiento entre quienes toleraron el régimen comunista y quienes lo padecieron (porque sufrirlo lo sufrieron casi todos). Alguna llamada a la memoria he podido observar cerca de la Universidad, en una lápida que recuerda cómo fue volada por el régimen comunista una iglesia que había en ese lugar "mientras los habitantes de esta ciudad miraban para otro lado". La memoria histórica sirve por estos pagos de reproche colectivo y de advertencia a las nuevas generaciones para que defiendan la libertad que hoy tienen.

En mis paseos nocturnos por el centro histórico de Leipzig –a partir de las cuatro de la tarde es noche cerrada- imagino a Julián Besteiro haciendo el mismo recorrido. Besteiro, que se formó en la Universidad de Leipzig, encarnó las verdaderas virtudes del socialismo, que las sigue teniendo, a pesar de que algunos se empeñen en esconderlas con un ejercicio pornográfico del derecho de indulto.