miércoles, enero 03, 2007

El diagnóstico



Esperanza Oña ha denunciado recientemente con indudable valentía la costum-bre o resignación a formar parte de la oposición que embarga a algunos diputa-dos de su grupo en el Parlamento de Andalucía. Tiene Dª Esperanza en su dia-gnóstico toda la razón, pero habrá que ver qué remedio terapéutico le aplica a este paciente incómodo e indisciplinado, tan reacio a cambios bruscos y a perder las que considera son buenas costumbres. La enfermedad, desde luego, parace ser grave, sobre todo cuando se lleva incubando desde hace ya más de dos décadas.

La derecha, confiada exclusivamente en la destreza y el abultado cuentakilóme-tos de su líder, ha tenido en ocasiones a la indolencia entre sus notas característi-cas, frente a la estricta disciplina interna de la que hace gala la izquierda, más bulliciosa, menos acomplejada. En vez de avivar el seso y despertar, alguna dere-cha prefiere el "cualquier tiempo pasado fue mejor" y anda instalada en un continuo, pero acomodado, "carpe diem" que le hace tratar de disfrutar de un largo y placentero presente en la oposición, sólo roto cuando llega la época de confeccionar las listas electorales, momento en el que el durmiente diputado se transforma y pasa a un estado de inusitada actividad. Al-gunos diputados, parece denunciar la Dra. Oña, se han vuelto pastueños, ya sea por tener otras ocupaciones, sin duda más atractivas, o bien porque tienen la no-ble mansedumbre como característica genética, aunque también puede provenir la enfermedad del tedio propio que genera un parlamento regional desactivado por la mayoría absoluta empeñada en que no pase nada.

A mi me recuerda el gesto de Dª Esperanza al que tuvo el conde de Romanones cuando cuando fue interpelado en el Congreso por Melquíades Álvarez: "¿Sabe Ud. –le preguntó Álvarez- qué hubiera hecho Gladstone en su lugar?". Volvien-do la mirada a su grupo parlamentario, sotto voce, Romanones le contestó: "Ya me hubiera gustado a mi ver a Gladstone con esta gentecilla". Y como en el con-sejo de Churchill al joven y novel diputado conservador, imagino que mi admira-da portavoz habrá podido comprobar también que el adversario está enfrente y el enemigo en sus propias filas.

Decía don Pío Cabanillas Gayas, con su sentido del humor tan galaico, que él es-peraba a que ganaran los suyos para saber entonces quienes eran. Esos diputados a los que se refiere Dª Esperanza parece que ganan siempre aunque su partido pierda las elecciones. Imagino que la terapia aplicable a esta enfermedad pasará por someter al enfermo a un largo período de cuarentena, no vaya a ser que la manzana podrida contamine al resto. Como al realizar el diagnóstico, estoy con-vencido de que a la doctora no le va a temblar el pulso en la aplicación de los re-medios terapéuticos.

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