Como el Código Penal alemán sí establece la pena de cadena perpetua –al igual que otros ordenamientos jurídicos de la Unión Europea-, se plantea ahora el debate de si dos de los más sanguinarios terroristas (aquí se les llama ahora violentos) , Brigitte Mohnhaupt y Christian Klar, condenados en su día a cinco cadenas perpetuas por cabeza, deben salir de prisión tras haber cumplido veinticuatro años de condena. En Alemania, la cadena perpetua puede verse matizada por un número mínimo de años de cárcel que, en el caso de Brigitte Mohnhaupt, se estableció en 24 años de prisión, hoy a punto de ser cumplidos. Pero para su liberación, de no mediar el indulto del Presidente de la República, siempre es necesario que los tribunales determinen si el preso sigue siendo un peligro para la sociedad. Y, ¿saben cuál es la medida para determinar la existencia o no de ese peligro? El arrepentimiento del condenado.
Mohnhaupt y Klar pertenecen a la segunda generación de la RAF (Rote Armee Fraktion), la banda de los Baader-Meinhof, grupo terrorista fundado a principios de los setenta por Andreas Baader y Gudrun Enslin, y al que unió su nombre Ulrike Meinhof. Tras el suicidio de los miembros fundadores del grupo terrorista en la prisión de Stuttgart-Stammheim, Mohnhaupt y Klar retomaron con virulencia la dirección de la banda terrorista, atribuyéndose los asesinatos del presidente del Dresdner Bank, Jürgen Ponto, del presidente de la Confederación alemana de empresarios, Hans-Martin Schleyer, y del Fiscal General Siegfrid Buback. En total, la RAF asesinó a 34 personas durante 25 años de terror.
La banda terrorista se disolvió en 1998, por supuesto, sin que el Estado alemán se prestara a negociaciones de ningún tipo ni a actos de clemencia que fueran más allá de la liberación de presos con graves enfermedades en estado terminal. El problema está hoy en que la mayoría de los alemanes se niega a otorgar el perdón a dos terroristas que todavía no han expresado su arrepentimiento por el daño causado, y eso que la RAF ya no existe, ni existe tampoco el peligro de que Mohnhaupt y Klar –que rondan ya los sesenta años- retomen la lucha terrorista.
Podrá decirse que el terrorismo no responde a una misma causa, planteamiento que a las víctimas, a quienes han padecido el terror, les da exactamente igual. Mientras miro, otra vez con indisimulada envidia, la estabilidad de los principales partidos alemanes bajo la grosse Koalition, me pregunto si no han sido esa unidad en asuntos de Estado –como la lucha antiterrorista- y la estricta y uniforme aplicación de la norma penal alemana los ingredientes de la receta para la mejor defensa del Estado de Derecho y la consiguiente disolución de la RAF sin proceso de paz ni análogas claudicaciones.
Mohnhaupt y Klar pertenecen a la segunda generación de la RAF (Rote Armee Fraktion), la banda de los Baader-Meinhof, grupo terrorista fundado a principios de los setenta por Andreas Baader y Gudrun Enslin, y al que unió su nombre Ulrike Meinhof. Tras el suicidio de los miembros fundadores del grupo terrorista en la prisión de Stuttgart-Stammheim, Mohnhaupt y Klar retomaron con virulencia la dirección de la banda terrorista, atribuyéndose los asesinatos del presidente del Dresdner Bank, Jürgen Ponto, del presidente de la Confederación alemana de empresarios, Hans-Martin Schleyer, y del Fiscal General Siegfrid Buback. En total, la RAF asesinó a 34 personas durante 25 años de terror.
La banda terrorista se disolvió en 1998, por supuesto, sin que el Estado alemán se prestara a negociaciones de ningún tipo ni a actos de clemencia que fueran más allá de la liberación de presos con graves enfermedades en estado terminal. El problema está hoy en que la mayoría de los alemanes se niega a otorgar el perdón a dos terroristas que todavía no han expresado su arrepentimiento por el daño causado, y eso que la RAF ya no existe, ni existe tampoco el peligro de que Mohnhaupt y Klar –que rondan ya los sesenta años- retomen la lucha terrorista.
Podrá decirse que el terrorismo no responde a una misma causa, planteamiento que a las víctimas, a quienes han padecido el terror, les da exactamente igual. Mientras miro, otra vez con indisimulada envidia, la estabilidad de los principales partidos alemanes bajo la grosse Koalition, me pregunto si no han sido esa unidad en asuntos de Estado –como la lucha antiterrorista- y la estricta y uniforme aplicación de la norma penal alemana los ingredientes de la receta para la mejor defensa del Estado de Derecho y la consiguiente disolución de la RAF sin proceso de paz ni análogas claudicaciones.
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