Da por hecho el Presidente que España (todavía) reúne las condiciones para formar parte de este foro extraoficial, al haber superado su economía a la de Canadá, pero con desdén rechaza formar parte de lo que en su fuero interno considera un desagradable instrumento de poder, alegando como principales razones que "ocho países son pocos", que "hoy el mundo necesite mirar más allá del G8 para afrontar los grandes problemas" y que "estamos tranquilos donde estamos". ¿Y dónde estamos, al parecer, tan tranquilos?
Aunque Rodríguez Zapatero no diga qué es lo que hay más allá del G8 el lector podrá imaginar la difusa silueta –más bien, fantasmagórica- de la Alianza de Civilizaciones, pendiente a la fecha de concretar su definición pese al millón de dólares cobrado ya por Naciones Unidas para tal fin. Es evidente que una pintoresca política exterior repleta de guiños a regímenes totalitarios –el último aplauso a los experimentos nucleares de Ahmadineyad todavía resuena- no casa con la rigidez demostrada por los componentes del G8, incluída Rusia. Pero, ¿es realmente decisión de Rodríguez Zapatero el que España entre o no en el G8?
El G8 se ha convertido en un lavadero de conciencias de los ocho países más poderosos del mundo y de la UE. Quien siga las declaraciones que se realizan tras sus cumbres anuales –la última, en San Petersburgo- podrá comprobar cómo la atención está dirigida a la no proliferación de armas nucleares, la educación, el fenómeno de la inmigración, la lucha contra las enfermedades infecciosas, la seguridad internacional –incluída la lucha contra el terrorismo internacional- y el calentamiento de la tierra, materias en su gran mayoría de marcado ámbito social y medioambiental, muy del gusto del Presidente (sobre todo por su carácter no vinculante), que en la entrevista al Corriere define a la izquierda moderna como "defensora de las inversiones extranjeras y no proteccionista" (y yo sin saber que Mariano Rajoy es de izquierdas).
A la vista del contenido de la agenda de las reuniones del G8 no atisbo incompatibilidad que descarte la presencia del Presidente en sus reuniones, circunstancia que me obliga a optar por atribuir nuestra ausencia del G8 a la expresa oposición de alguno o algunos de sus actuales miembros más que a la opinión contraria de Zapatero por existir un <
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