jueves, agosto 10, 2006
De sandalias y botas
La visita del Papa a su tierra bávara en la primera quincena de septiembre ha vuelto a reabrir la polémica acerca de su supuesto pasado nacional-socialista. Algunos insisten en atribuir al sucesor de Pedro íntima relación con el régimen nazi durante su juventud, condición que entroncaría -a satisfacción y siempre según sus detractores- con su posterior dignidad de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Nada de eso es verdad.
Joseph Ratzinger, hijo de un humilde gendarme, ingresó en el Seminario de Sankt Michael (Traunstein, Alta Baviera) en 1939, a la edad de doce años. Hasta 1938 la adscripción a las juventudes hitlerianas (HJ) era libre, pero se primaba con una reducción sustancial de los gastos de matrícula de las instituciones académicas. Pese al trato de favor, ninguno de los seminaristas de Sankt Michael perteneció a la HJ –tampoco Joseph ni su hermano Walter-, circunstancia que motivó el inmediato recelo de las autoridades nazis para con el Seminario -"instrumento de destrucción del pueblo ideado por la internacional romana", según los jerarcas (los de entonces, por supuesto). Las relaciones entre el Seminario y la autoridad pública nacional-socialista de la localidad nunca fueron buenas, al fin y al cabo fiel reflejo de la falta de respeto del Gobierno nacional-socialista al Concordato bávaro de 1924 y al que suscribió el Reich con el Vaticano en 1933.
Cuenta Albert Schäffer que el escaso éxito de la política del Reich sobre la voluntaria afiliación llevó al Gobierno a convertirla en obligatoria. Ésta se impuso por decreto de marzo de 1938 a todos los mayores de catorce años; por ello afectó a Walter Ratzinger, pero no a Joseph, que entonces sólo tenía doce. Sin embargo esa misma normativa estableció una diferencia entre los miembros de las HJ, distinguiendo entre los "convencidos" y los "obligados". Estos últimos, Walter Ratzinger entre ellos, no veían beneficiado su obligatorio ingreso en las juventudes hitlerianas con la reducción del importe de matrículas académicas. Cuando Joseph Ratzinger cumplió los catorce años, el Seminario, en cumplimiento de la disposición legal, dio de alta al seminarista en las HJ, sin que Ratzinger tuviera participación en la organización por la sencilla razón de que el seminario se cerró en 1941 para convertirlo en hospital militar.
Que Ratzinger padeciera con dieciséis años las levas de final de guerra y se viera obligado a participar con otros seminaristas en la defensa antiaérea es circunstancia no elegida por él. Entonces no existía servicio social sustitutorio y la objeción de conciencia se castigaba como ya pueden imaginarse. Esta es la verdad, distinta de esa falsa "memoria histórica" que algunos quieren exportar urbi et orbi.
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