viernes, agosto 18, 2006
Y Günter cogió su fusil
Anda enmudecida la progresía intelectualoide europea tras la revelación de Günter Grass –su máximo pontífice, faro de la moralidad, referente y guía de la izquierda, Delfos de la socialdemocracia y Golfus de Danzig- acerca de su pasado nacional-socialista. Creo que los ingleses llaman a estas situaciones skeletons in the cupboard (esqueletos en el armario) para hacer referencia a los fantasmas del pasado. Pero ya ven cómo también aquí aflora esta doble vara de medir: a Ratzinger le piden cuentas por su –obligado- paso por las juventudes hitlerianas y con Grass –de la misma quinta, pero voluntario nada menos que de las Waffen SS- se extiende el manto de silencio, similar al que se utiliza aquí para cobijar a los del Nunca Mais. Grass en las SS; tampoco es tan extraño, teniendo en cuenta que buena parte de la intelectualidad continua adorando a los tiranosaurios rex caribeños.
A la izquierda alemana le ha salido ahora otro Günter, aunque esta vez no sea Guillaume. Después del aquelarre que le montaron al Papa Ratzi a cuenta de su pasado –menuda puntería la que pueden tener unos seminaristas en una batería antiaérea, disparando al cielo- ahora cuesta trabajo imaginar a Grass marcando el paso de la oca, con uniforme negro y calavera en la gorra, honrando al difunto Heydrich, aunque el interesado nos diga ahora que su pertenencia al cuerpo de élite era poco más o menos lo mismo que antiguo alumno del internado de Campillos. Con lo que le organizó don Günter a Kurt Waldheim cuando se descubrió su pasado de traductor en la Wehrmacht y lo aficionado que ha sido toda su vida a condenar por su pasado a otros, ahora, después de seis décadas y a poco de publicar sus memorias, nos confiesa que recorrió Europa con el uniforme de la muerte.
Los pecados de juventud son siempre disculpables; lo que no tiene perdón es haber ocultado su pertenencia a las SS y haberse pasado además sesenta años engañando, confrontando a los demás con su pasado para después condenarlos, como a a Karajan, Max Schmelling, Rühmann y Leni Riefenstahl. ¿Qué hubiera dicho su íntimo amigo Willy Brandt si se hubiera enterado de que Grass –que tanto se opuso a la reunificación de Alemania- desfiló con el enemigo? Tiene suerte Grass de que F.J. Strauss no esté tampoco vivo, después de lo que padeció el bávaro las moralinas del impostor.
Yo todavía no acabo de creerme la confesión de Grass, ese histrión, y quiero pensar que todo es un montaje de este experto en medios para promocionar su último libro “Pelando la cebolla”. Siete capas tiene la cebolla y si alguna sale negra, tírela. Confieso que es la primera vez que pelando una cebolla no he llorado y me apunto llamar al amigo Paco Robles para proponerle la traducción al alemán de su Mester de Progresía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario