miércoles, febrero 01, 2006

De sotanas y togas


No ha debido sentar muy bien la filtración del proyecto de Informe sobre modificaciones de la Constitución elaborado por el Consejo de Estado cuando desde el poder se ha intentado poner sordina a las conclusiones de un texto que supone un oasis en el actual desbarajuste jurídico al que se nos ha llevado con esa férrea voluntad de construir la casa por el tejado. Algunos han recibido con regocijo el consejo de un órgano que, sin tener carácter vinculante, sí tiene la fuerza moral derivada del indudable prestigio e independencia de sus componentes y su efectiva influencia doctrinal en el Tribunal Constitucional, institución de la que proceden algunos de sus más destacados miembros.

Quienes han intervenido en la elaboración del proyecto de Informe han puesto el dedo en la llaga de un enfermo cada vez más ulceroso al insistir en el mantenimiento del núcleo duro de las competencias del Estado ex art. 149, oponiéndose a este voluntario desarme de competencias estatales al que nos ha llevado una dadivosidad contraria al espíritu y la letra de la norma suprema. El blindaje competencial, impuesto por nacionalistas y aceptado por el Gobierno, supone reducir la capacidad normativa de éste a dictar unas bases que, por referirse a simples principios, conlleva la renuncia a dictar una legislación básica que preserve, entre otros, el principio constitucional de igualdad. Extraña paradoja la consistente en unificar el derecho a nivel comunitario y fragmentarlo en el nacional.

Tan mal han digerido las conclusiones del Consejo de Estado que algún vocero ha reprochado a la ilusionada oposición que siempre se esconda tras el <>. La frase no es muy ingeniosa pero pone de manifiesto la tradicional desconfianza frente a toda institución que no se controla. No hay semana sin ataque al Consejo General del Poder Judicial y a su Presidente, a quienes no se les quiere dejar opinar sobre el Estatuto catalán, cuando ahora cargan contra otras togas porque el Informe y sus conclusiones no les sirven de coartada para su arquitectura territorial de imposible equilibrio. En gran medida, la corrupción que les llevó en los noventa a la pérdida del poder fue debida a esa tenaz voluntad de prescindir de buenos consejos y de las instituciones de control, cuando destinaron las auditorías al pabellón auditivo del auditado.

Y por fin, las sotanas. Difícilmente se libra la Iglesia de comentarios despectivos de esta falsa progresía, aunque no logro entender esta inquina, acostumbrado como estoy a verlos colgados de imágenes sagradas y a visitar Roma cuando al pastor local le impusieron el capelo cardenalicio, que más perecía aquello San Telmo que San Pedro. Por lo menos no podrán nombrar curas de proximidad, que ya les gustaría.

1 comentario:

Lopera_in_the_nest dijo...

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