viernes, diciembre 28, 2007

Muerte de un Estado


Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae… A la jesuítica paciencia del Padre Parrado debo los conocimientos de latín adquiridos durante el bachillerato y a Julio César deben los belgas el nombre de su Estado como nosotros tal vez debamos a los fenicios el nombre de España, <>, muy apropiada ahora la cita etimológica cuando el Gobierno ha convertido al animalito en su principal arma para combatir la inflación. Julio César advierte en De Bello Gallico que los belgas son los más feroces en el combate y que difieren de los galos y aquitanos en lengua, costumbres y leyes.
El Estado belga fue una creación de la Revolución Industrial, que obtuvo su independencia de Holanda en 1830 y tomó prestado su nombre de las crónicas guerreras de César. Marx apunta directamente al enemigo cuando afirma que Bélgica es un Estado producto del capitalismo. Pero no solo del capitalismo. También es tributario en su origen de la religión y de la incomodidad padecida por un sector de población francófona en Holanda, la minoría valona, otrora convencida de que el idioma flamenco no era más que un mal pasajero y que en un futuro no lejano todo el país hablaría la lengua culta: el francés. No fue así. En un interesante artículo aparecido en la Frankfurter Allgemeine Zeitung, Dirk Schürmer ofrece las claves que han llevado al Estado belga a una situación terminal y que a un español no le pueden resultar ajenas. De un lado, la diversidad lingüística fomentada con extraordinario rigor como arma arrojadiza y vehículo de enfrentamiento tanto en la parte francófona como en la flamenca desde el colegio hasta la universidad (ahí están los graves disturbios de 1968, cuando se pretendió imponer el francés en la Universidad de Lovaina), llegando hoy las disputas hasta a los concursos de mises.
A las diferencias idomáticas se unen las económicas. La rica Flandes se contrapone a la ´pobre` y dependiente Valonia; los flamencos protestan porque consideran que su aportación al Estado tiene como destino intereses valones; la mayoría flamenca se queja de que financia a la minoría francófona y ello trae como consecuencia la ruptura del principio de solidaridad económica. Reitero que nada nuevo para los oídos de un español y más común todavía nos resultará la situación belga si advertimos que su Estado ha venido padeciendo un gradual vaciamiento competencial en favor de las dos regiones, que ha convertido el Estado belga en un ente hueco, ahora ya inservible, devorado por el siempre feroz nacionalismo
No es Kosovo el problema, porque nosotros no padecemos las diferencias étnicas y de religión que aquejan a los Balcanes. El partido se juega en Bélgica y su desmembramiento daría alas a los nacionalismos excluyentes. Ojalá resista, Deo volente.

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