sábado, septiembre 08, 2007




El presidente iraní Ahmadineyad ha comunicado al mundo desde la planta nuclear de Natanz que Irán forma parte del "club nuclear" compuesto por los países que producen combustible atómico a escala industrial. El gobierno de Teherán ha repetido que su programa nuclear tiene fines exclusivamente civiles; las naciones occidentales temen, con fundamento, dada la continua opacidad con la que ha actuado el régimen persa, que el proceso de nuclearización persiga también fines militares que se materializarían en la fabricación de armamento atómico en serie. Teherán, además de formar parte del <> también tiene plaza en el denominado <>.

La situación iraní, su posición actual en el mundo, no deja de tener un cierto paralelismo con la alemania nacionalsocialista de los años treinta del pasado siglo. Se da una inquietante coincidencia en diversas actitudes. En primer lugar, los dos regímenes dictatoriales se mueven por un sentimiento antijudío evidente. Ahmadineyad no pierde ocasión de proferir advertencias contra el Estado de Israel, y han sido ya varias las ocasiones en las que ha manifestado su voluntad de <>, expresión que viniendo de quien dispone de un desarrollado programa nuclear se convierte en una intolerable amenaza que introduce un claro elemento desestabilizador en la región cuyas consecuencias son imprevisibles. Es evidente que Irán también está tratando de fomentar un Hinterland que le proporcione su Lebensraum, su espacio vital de influencia económica, política y religiosa.

Además, el gobierno de Teherán, al igual que el nacionalsocialista, se ha lanzado a una carrera armamentista que supone una violación de Tratados internacionales (en el caso iraní, del Tratado de no Proliferación Nuclear y en el del régimen hitleriano, del Tratado de Versalles). La coincidencia también se produce con el sistemático desprecio por las resoluciones de los organismos supranacionales, la Sociedad de Naciones, en un caso, y la Organización de las Naciones Unidas, en otro, haciendo gala el régimen de los ayatolás de un continuo desprecio a las resoluciones que, para quienes ahora callan, constituyen la <>. También en esta circunstancia se da una peligrosa coincidencia: existe una advertida tolerancia internacional también respecto del régimen iraní, adalid de esa falsa <> cuyos máximos impulsores no han dudado en aplaudir abiertamente el desarrollo del programa nuclear adoptando así la misma posición que en su día tuvo el desdichado Chamberlain.

La diplomacia tiene, como la paciencia, sus límites, en 1939 y también ahora de persistir esta continua infracción de la legalidad. Sería la última desgraciada coincidencia.




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