ETA ha roto lo que denominó con sarcasmo ´alto el fuego permanente` (permanentemente violado, sin más respuesta por el Gobierno que una actitud laxa, de simulada prudencia que, a veces, por su indulgencia, aparentaba sumisión). No será por no haberlo advertido, pero lo verdaderamente reprochable en este ´proceso` ha sido la continua voluntad del Gobierno de orillar al principal partido de la oposición, pretendiendo situarlo en una ignominiosa posición de equidistancia con Batasuna. La <
Jamás conseguiré entender cómo un Gobierno, cualquier Gobierno, puede embarcarse en un proceso negociador con una organización terrorista sin el imprescindible apoyo del principal partido de la oposición. En Zurich, cuando la penúltima ´tregua` de un proceso iniciado entonces por el PNV, los representantes del Gobierno se levantaron de la mesa al confirmar que la posición de ETA pasaba por exigir la conocida tríada: autodeterminación, amnistía y Navarra. De entonces a ahora, la posición de los terroristas no se ha movido un ápice. Estábamos, como en la anterior ocasión, ante una ´tregua trampa`, en la certera expresión acuñada por Mayor Oreja, que ha servido para reforzar a una organización terrorista que ha vuelto a las instituciones, pero que estaba contra las cuerdas por la decidida y uniforme actuación de todos los partidos democráticos.
A ese consenso debe volverse cuanto antes para recuperar el tiempo perdido, no sin exigir responsabilidades a quienes nos han llevado por el camino equivocado.
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