domingo, noviembre 23, 2008

El asesor retroactivo




Que inventen ellos. Esa frase franquista tan despectiva, soberbia pero reconocedora de las propias carencias y frustraciones, ha quedado laminada con el hallazgo de un consejero catalán de Innovación, lumbrera nacional, capaz de desfacer el endémico entuerto patrio de la cesantía. Por fín, don Homobono Quiñones, el cesante por excelencia de Mesonero Romanos, no tendrá que temer por su puesto ni incurrir en esa especie de muerte civil que se conocía en España con el nombre de cesantía. La política nacional ha creado –para eso están los innovadores- la figura del asesor retroactivo, una suerte de suertudo, beneficiario del don de la ubicuidad, que por una ficción jurídica aparece ahora donde no estaba y, además, cobra, que al fin y al cabo "trincar la tela" es lo único importante y lo que más fomenta las necesarias adhesiones inquebrantables que esa entelequia denominada "sociedad civil" observa con disciplinado silencio.
En efecto, la retroactividad del nombramiento permite que el designado por el político de turno perciba la retribución a partir de la fecha que establezca el diario oficial correspondiente, desplegando así el nombramiento sus efectos ex tunc. No sé si advierten en toda su magnitud este hito histórico: allí donde vea un solo asesor o consejero, áulico o mediopensionista, pero siempre anónimo, estará viendo a partir de ahora a dos; dos por el precio de dos (o de tres). Estamos ante una formidable creación política consistente en lo que podíamos calificar como el "asesor sostenible" (lo "sostenible" es ahora lo verdaderamente importante), invento revolucionario también en el mundo de la física porque -y ya era hora- hemos conseguido la excepción a que dos cuerpos ocupen simultáneamente el mismo espacio.
La figura de la retroactividad, hasta ahora conocida sobre todo en el mundo del Derecho, ha traspasado sus umbrales para adentarse en el tenebroso campo de la política. La declaración de quiebra desplegaba sus efectos (la nulidad) con carácter retroactivo; como algo de nulidad hay también en la designación y en la propia condición de los consejeros políticos, a partir de ahora, con este fenomenal invento, el designado cobrará con carácter retroactivo, salvando esa incomodidad administrativa consistente en no haber aconsejado durante el tiempo en que otros, los adversarios, gobernaban.
El asesor retroactivo se equipara así en la salvaje fauna política nacional al sindicalista liberado, envidiado espécimen ibérico, imprescindible colaborador en la elaboración de prestigiosas guías de gourmets. Si fuera dietista de Méndez y de Fidalgo me permitiría aconsejarles que hicieran ejercicio, que caminaran, aunque fuera detrás de una pancarta. Y para terminar, una pregunta desde la más absoluta estulticia: todo esto, ¿quién lo paga?

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