domingo, noviembre 23, 2008

El regreso



El todopoderoso Frankfurter Allgemeine Zeitung, faro liberal-conservador de Alemania, ha criticado con aspereza los empeños del presidente del Gobierno español por hacerse con un hueco en el acto de refundación del capitalismo que el G-20 celebrará en Washington. El diario alemán, impecable en el desarrollo de la noticia pero con cierta retranca alpina, afirma que este éxito de la tenaz diplomacia española va a ser el punto de partida para convertir a España en un "actor de relevancia global", precisamente ahora cuando en el universo Obama la estrella española se prepara para brillar con luz propia en el firmamento de una política exterior hasta ayer abandonada. Remata la FAZ su crónica con una afirmación que pone en boca del presidente: la invitación supone el final de un periodo de aislamiento internacional de España, herencia del franquismo, que tras treinta años de democracia ha podido ser finalmente superada con este reconocimiento internacional. Habrá que conocer la opinión de Felipe González al respecto, y algo me dice que pronto recibiremos noticia suya.
La edición europea del International Herald Tribune es mucho más cruel a la hora de formular la crítica de un presidente al que considera ajeno a cuestiones que excedan de la política doméstica –reflejo de su débil posición en el tablero internacional, según se afirma- que al final ha conseguido la silla gracias a la generosidad francesa. Zapatero, dice el Herald, no habla idiomas, concede muy pocas entrevistas a medios extranjeros y parece incómodo, cuando no en soledad, en las cumbres internacionales.
Sorprenden las críticas foráneas a la presencia española en la cumbre. Puede que la Frankfurter Allgemeine vea con recelo el acercamiento español a la posición francesa. En una Europa gobernada por una derecha que pugna abiertamente entre sí por el protagonismo en la cumbre de Washington (las relaciones entre Merkel y Sarcozy no parecen atravesar su mejor momento) la posición española se ha decantado finalmente por alinearse con la francesa, sin perder de vista el papel estelar de Gordon Brown. La visión finalista de Sarcozy y Merkel acerca de la cumbre del G-20 no es ni mucho menos coincidente; Sarcozy sabía que la presencia española era recibida con cierto recelo en Berlín, pues supone contar con la presencia de un gregario de las tesis francesas.
Decía Henry Kissinger que en cuestiones de política exterior no se puede ir por ahí haciendo el misionero. Hay síntomas de despertar en la política exterior: la comedida respuesta al triunfo de Obama, las palabras de la ministra Chacón en Afganistán sobre la presencia de tropas españolas y la gratitud de Zapatero para con Bush son actuaciones esperanzadoras que pueden suponer el final a cinco años erráticos.

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