sábado, noviembre 22, 2008

El vuelo del águila



La foto de Vincenzo Pinto, portada de EL MUNDO del día siguiente al del triunfo de España en la Eurocopa, capta un momento de gloria. La imagen recoge al ´Niño` Torres en un vuelo perfecto sobre el portero rival, con los brazos en cruz y la mirada fija en un balón al que le quedan décimas de segundo para entrar en la meta del adversario. A Torres sólo le hubiera faltado adornar su cuerpo con plumas para asemejar su salto al elegante vuelo de un águila que parece sujetar a su presa con garras afiladas (tratándose de fútbol español bien pudiera tratarse del mismísimo ave fénix, resurgiendo de las cenizas amontonadas tras décadas de amarguras). Jens Lehmann, el veterano portero de la selección alemana, aparece vencido a los pies del ´Niño`, como una presa cobrada, un muro caído –el último muro alemán-, arrollado por el ímpetu de un chaval al que le queda un brevísimo instante -el mismo tiempo que al balón para traspasar la raya mágica- para pasar a la historia como un moderno Marcelino y romper el maleficio de Gary Lineker.
España ha ganado la Eurocopa con una mezcla perfecta de talento y disciplina, de táctica y de técnica, de fuerza y también de mucha habilidad. Pero la ha ganado también con un equipo de futbolistas que procede de todos los rincones de España, una Selección de ensueño que por ello representa la esencia de la Nación española. Algunos, en esa deliberada voluntad de desdibujar la idea de España -con enormes dosis de paletismo- no han dudado en recurrir a eufemismos ("La Roja") con tal de evitar pronunciar su nombre; otros, en los púlpitos desde los que propagan sus políticas de campanario, han apoyado directamente al adversario o se han negado a instalar pantallas gigantes en ciudades que supieron después festejar la victoria de la Selección (y la consiguiente derrota de esos políticos lerdos, palurdos, provincianos). El éxito de España –bien lo intuían sus detractores envueltos en la mentecatería de la que no dudan en hacer gala- ha sido el fracaso del nacionalismo excluyente, consciente de que la enseñanza que recibe un pueblo sabio será la de que sólo la unión hace la fuerza. Da lástima asistir a la exhibición de poder de quienes, con su actitud radical, se convierten en impunes secuestradores de emociones.
Dicen que cada español lleva dentro un seleccionador nacional y un político (siempre de la oposición, claro). Que le pregunten lo primero a Luis Aragonés. No deja de sorprenderme esa habilidad tan nacional de pasar tan fácilmente de la amistad íntima a la enemistad manifiesta (o viceversa), del amor al odio, de la crítica más hiriente al enaltecimiento más desmedido. La ´explicación` para estos vaivenes de los sentimientos la dio ya el gran Vujadin Boskov: fútbol es fútbol.

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