domingo, noviembre 23, 2008

Plan de paz




Uno de los acuerdos establecidos en el plan de paz para Georgia que el presidente Sarcozy, ese moderno Chamberlain, impulsó a mediados del mes de agosto estableció la retirada de las tropas rusas al punto en que estaban antes de que se iniciara el conflicto. A finales del mismo mes, en un evidente incumplimiento del plan, Rusia reconocía a las nuevas repúblicas títeres de Osetia del Sur y Abjasia, estableciendo así nuevas fronteras en el territorio de su humillado y vencido enemigo, la rebelde Georgia. El siguiente paso ha sido el de poner a patrullar a 200 policías de la Unión Europea, no en las fronteras a las que se refería el plan de paz sino en las que Rusia ha creado con el reconocimientos de sus dos repúblicas de opereta. Claro está que controlar el alto el fuego dentro del territorio georgiano puede interpretarse como un reconocimiento tácito por la UE de las nuevas repúblicas, de su acartonada soberanía y de las fronteras trazadas artificialmente por la madre Rusia.

Europa, también humillada, paga en Georgia el precio por Kosovo. Kosovo ha sido para Rusia la coartada perfecta para intervenir allí donde más le dolía, Georgia. En opinión del agresor, si Occidente –con la muy honrosa excepción de España- reconoció como estado soberano al engendro kosovar, nada había de impedir a Rusia agredir la soberanía e integridad territorial del vecino y crearle dos repúblicas en su territorio.

Moscú también ha lanzado en Georgia un aviso para navegantes: a las repúblicas secesionistas no se les tolera, en su limitada soberanía, ningún escarceo con Occidente que ponga en entredicho el poder del renovado imperio. No es ninguna sorpresa que la prioridad de la política exterior de todos los países que han estado bajo el yugo soviético haya sido entrar en la OTAN para colocarse bajo el paraguas norteamericano. En una visita de Merkel a Polonia cuando todavía coincidían en el poder los gemelos Kazinsky, los anfitriones llevaron a la canciller a una instalación de misiles que apuntaban al Este. "Miran al enemigo", le comentaron a Merkel, "pero no sabe Ud. lo poco que tardan en girar 180º y apuntar al Oeste". Merkel entendió bien el mensaje.

La anécdota también pone de manifiesto la inexistencia de una política exterior común en la UE que obliga a sus representantes a prácticar una política de paños calientes, de reacción antes hechos consumados. Quien en política exterior reacciona, afirma Nonnenmacher, se encuentra siempre en la desventaja de enfrentarse a los hechos consumados por su oponente. Sólo queda lamentar que la cumbre de OTAN celebrada en Bucarest fuera tan ambigua en relación con el ingreso de Georgia y Ucrania; al menos queda la esperanza de que la actitud rusa acelere la réplica de una Europa desdentada a la que se pide que muerda.

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